jueves, 3 de marzo de 2011

2º de Bachillerato: Comentario de la película "Nietzsche"

COMENTARIO DE LA PELÍCULA: NIETZSCHE (WHEN NIETZSCHE WEPT) (2007)


   Una buena manera de introducirnos en el pensamiento filosófico de Nietzsche, y al mismo tiempo en los inicios del Psicoanálisis, es ver esta película basada en la novela de Irvin D. Yalom El día que Nietzsche lloró. A continuación, os presento una propuesta de comentario del film, junto con el enlace correspondiente, para que podáis verla:

A) FICHA TÉCNICA:


Dirección: Pinchas Perry
Basada en la novela de: Irvin D. Yalom (1992, Booket, Buenos Aires, 20096)
Música: Sharon Forber
Fotografía: Georgi Nikolov
Producción: Milennium Films
Reparto: Ben Cross, Armand Assante, Katheyn Winnick, Johanna Pacula, Mamie Elnan, Michael Yannai, Rachel O’Meara, Andreas Beckett, Ayana Haviv.

* * *

B) SINOPSIS COMENTADA DEL FILM:

         Al comienzo de la película, ambientada en 1882, asistimos a la entrevista concertada entre la joven filósofa Lou von Salomé y el Dr. Josef Breuer en un café de Viena. La joven, muy bella, hace gala a lo largo de todo el encuentro de una desenvoltura y libertad de pensamientos inusuales para una mujer de la época, que llegan a escandalizar levemente al rígido doctor, acostumbrado a relaciones mucho más formales. Ante su asombro, Salomé le dice que se ha propuesto como principal obligación “estar libre de obligaciones”; a continuación, le expone el motivo de su cita: desea pedirle que trate a un filósofo aún desconocido, pero que, a su juicio, pronto será famoso: Friedrich Nietzsche.
         Breuer le pregunta por los síntomas del paciente, y Salomé le indica que, aunque Nietzsche sufre padecimientos físicos, su sufrimiento es, sobre todo, mental: se siente angustiado y muestras deseos de suicidarse. Presionada por Breuer para que se explique mejor, Salomé relata su encuentro con el filósofo, durante una conferencia, en la que éste expuso su atrevida teoría según la cual Dios no existe: no es más que un pensamiento infantil. Oyó a Nietzsche mantener que Darwin no se había atrevido a llevar hasta el fin su idea de la evolución; pero él sí lo ha hecho, y la consecuencia necesaria es que “Dios está muerto”: se trata de una creación ilusoria de la mente humana, en la que el hombre ha dejado de creer; en este sentido, Nietzsche sostiene que son los hombres mismos los que “han matado a Dios”. Salomé cuenta como un religioso asistente a la conferencia, le espetó a Nietzsche, airado, que su teoría era monstruosa, y que, en castigo, Dios lo enviaría al infierno; pero el filósofo le respondió con desenfado que, igual que la sombra de Buda fue vista largo tiempo tras su muerte, también la ilusión de Dios se proyectará durante mucho tiempo sobre el espíritu humano; pero es necesario que el hombre derrote la sombra de Dios que lleva dentro; y esto, reconoce Nietzsche, es sumamente difícil, porque “la verdad es de temer”.
Lou le explica a Breuer cómo abordó a Nietzsche, tras la conferencia, planteándole una serie de preguntas: Si Dios no existe, ¿está todo permitido?; y, si no hay moral, ni reglas, ¿cómo se organiza la sociedad? ¿Cuál es la propuesta de Nietzsche ante la muerte de Dios?
Nietzsche, tras mostrarse agradablemente sorprendido por la inteligencia e interés de la joven, le dice –como al parecer hizo realmente cuando se encontró con ella en San Pedro de Vaticano-: “¿De qué estrellas ha bajado usted?”, y luego le indica que, según él lo entiende, la verdad absoluta no existe, sino que lo que llamamos “verdad” es simplemente una interpretación de la realidad.
         Lou le confiesa a Breuer que se sintió inmediatamente atraída por Nietzsche y su inteligencia, de manera que se entrevistó durante un tiempo con él, a fin de aprender, y ambos, aparentemente, congeniaron por completo, compartiendo momentos maravillosos de intensa compenetración espiritual (así, aparecen ambos conversando en el Monte Sacro, cerca de Orta, o entonando la Oración a la vida, que ella compuso, y a la que Nietzsche puso música, en una experiencia de auténtico éxtasis estético); pero en realidad nunca se sintió enamorada del filósofo. De manera que, cuando Nietzsche le propuso casarse con él, ella le rechazó, porque –según le dice orgullosamente Breuer- “no piensa hacerle eso jamás a un hombre”: quiere conservar su libertad, sin someterse.
Luego le cuenta al doctor cómo Nietzsche, despechado, rompió con ella, y cayó en un estado depresivo, que amenaza serle fatal. Al saber que Breuer había practicado una nueva terapia para curar la desesperanza: la “cura por la palabra”, Lou decidió dirigirse a él, en busca de ayuda para curar al desesperado filósofo, convenciéndole de que vale la pena vivir, pero sin que él lo sepa.
Tras vacilar un momento, Breuer acepta el caso como un desafío personal, al tiempo que Lou le recomienda leer dos libros de Nietzsche, diciéndole que sin duda será uno de los primeros en hojearlos, ya que, por el momento, sus obras apenas se venden.
Acto seguido, se despide, siempre tranquila y segura de sí misma (hasta el punto de que el espectador tiene la impresión de que la joven constituye una encarnación perfecta de los ideales de libertad y amor a la vida propugnados por Nietzsche -de hecho Breuer le dice en cierto momento que parece gustarle “vivir peligrosamente”-, aunque los encarna de forma inmediata e irreflexiva: Quizás por eso el filósofo se sintió tan atraído por Lou: presentía que ella vive como él piensa que se debería vivir).
Con esta introducción, se plantean los principales problemas que vertebran la trama del film: ¿Vale la pena seguir viviendo si Dios no existe, y todas nuestras ilusiones se han derrumbado? ¿Tiene sentido la vida, si el único fin que nos aguarda es la muerte? ¿En qué creer, cuando se ha dejado de creer en Dios?
Parece evidente, por tanto, que la película aborda el problema de cómo curar el nihilismo, sin duda la enfermedad más grave a la que se enfrenta el espíritu del hombre contemporáneo; nihilismo que se encuentra representado, evidentemente, por el personaje de Nietzsche; pero también por el de Breuer; pues parece claro que en su aceptación del caso intervienen poderosas motivaciones inconscientes: Breuer parece darse cuenta de que, en muchos aspectos, el caso de Nietzsche es muy parecido al suyo: también él, harto de su monótona vida familiar y profesional, y hastiado de practicar una ciencia fría y abstracta, ha llegado a negar la vida, experimentando lo que Freud llamará más tarde el “malestar” de una cultura represiva; por eso ha proyectado sus ansias de vivir de verdad enamorándose en secreto de su antigua paciente Anna O.[1]; a todo ello hay que añadir que también él, como científico materialista, ha perdido la fe en Dios, y se pregunta qué sentido tiene la vida, si el fin al que ésta se encamina es una muerte tan imprevista y terrible como la que él mismo se ve obligado a pronosticar a muchos de sus pacientes.
Durante su primera entrevista con su nuevo paciente –que acude a él resignado, tras haber visitado muchos otros médicos-, Breuer se percata de que se trata de un sujeto abrumado por la melancolía, con tendencias suicidas, ocasionadas no sólo por el rechazo de una mujer, sino también por la desesperanza; pero no le dice nada de la posible etiología femenina de sus padecimientos: únicamente le habla de los “períodos negros” que parecen estar detrás de su sintomatología: de su desesperanza; sin embargo, Nietzsche le dice a Breuer que, aunque antes estaba desesperado, ahora ya no lo está, sino que, más bien lo que sufre es “dolores de parto”, motivados por la gestación de su nuevo libro, que gira en torno a la figura del antiguo profeta persa Zaratustra, predicador del superhombre, que ha de superar al hombre actual (igual que éste superó al mono); sin embargo, es consciente de que su tesis no será entendida, porque él, como le sucedió a Zaratustra, ha llegado antes de tiempo.
Breuer sugiere que quizás su enfermedad puede tener un origen sexual; pero Nietzsche lo niega, afirmando que él está alejado de los placeres del rebaño, y, si los buscase, se odiaría a sí mismo: dice odiar el sexo como método para atraer a una persona: para él es una cortapisa que impide el desarrollo del individuo, y que éste tiene que superar. No le dice a Breuer, por tanto, nada de su asunto con Lou, o simplemente lo reprime: no parece darse cuenta de que la creación de su teoría del superhombre obedece a un mecanismo de defensa que Freud llamaría más tarde “sublimación”, por el cual busca una salida a un deseo erótico imposible de realizar en el plano de la creación filosófico-literaria.
Breuer concluye que el problema de Nietzsche no está ocasionado por el estrés, ya que no tiene obligaciones familiares ni docentes, sino más bien por la soledad: trató de salir de ella “tendiendo puentes” hacia amigos como Wagner o Rée, pero se alejó de ellos al sentirse supuestamente traicionado; en realidad, Nietzsche es un solitario voluntario, que se aleja de la turba por los mismos motivos que antes lo hicieron Thoreau, Spinoza o Buda. De manera que tiene que existir un problema más profundo, que no ha aflorado aún en esta primera sesión, de manera que Breuer le ofrece a Nietzsche seguir con el tratamiento gratis. La oferta levanta inmediatamente las sospechas del perspicaz filósofo, y la rechaza, porque afirma que las motivaciones humanas siempre son más complejas: algo tiene que ocultarse detrás de un ofrecimiento tan generoso: ¿Qué es realmente?
Como, evidentemente, Breuer no le dice nada de la solicitud de Lou, y tampoco le confiesa que se siente atraído por el filósofo, debido a la afinidad espiritual que experimenta hacia él, Nietzsche abandona la consulta bruscamente (tras defender a un caballo maltratado, en una escena que alude a un famoso incidente acaecido al final de la vida de Nietzsche en Turín). Sin embargo, pocas horas después, el filósofo sufre un ataque fortísimo, y Breuer es llamado para que acuda al hotel donde se hospeda, llegando a tiempo para salvarle la vida.
Agradecido, por haberle salvado la vida, Nietzsche cede ante la propuesta de dejarse tratar corporalmente, pero en pago por sus servicios, Breuer le pide que le trate a él mentalmente: Ha leído sus libros, y ha comprobado que son auténticos tratados contra la desesperanza: Nietzsche en ellos se ha propuesto la tarea de curar a la humanidad de sus ilusiones, y ayudarla a superar la angustia que supone perder el rumbo, creando un nuevo código de comportamiento y una nueva moralidad, libre de superstición; pues bien: ¿Sería capaz Nietzsche de curar la desesperanza que a él le atormenta, mediante una aplicación práctica de su pensamiento filosófico, que le permita recuperar la pasión por vivir?
Nietzsche le señala a Breuer que él no puede curar la desesperanza, sino sólo enseñarle a tolerarla; por lo demás no se siente entrenado para la tarea que le propone Breuer; pero éste le dice que su reciente experiencia clínica le ha permitido darse cuenta de que desahogarse es curativo –algo que los sacerdotes católicos (como más tarde indicaría C. G. Jung) sabían desde hacía mucho tiempo-, y que, junto a su joven amigo Freud, ha empezado a practicar lo que llaman la “cura por la palabra”, cuyo objetivo es, no tanto liberarse de los deseos sepultados en el inconsciente, como la integración de las partes consciente e inconsciente de la psique (como dirá muchos años más tarde Freud: hacer que el Ello devenga Yo).
Vemos así situados frente a frente a dos intelectuales, aquejados de un mismo problema: ambos reprimen, o ven frustrada la satisfacción de sus impulsos sexuales, y experimentan angustia y malestar ante esa represión; pero como el talento de ambos es muy desigual, la solución a sus respectivos casos será muy diferente: Nietzsche, un genio, conocerá la verdad: Lou von Salomé nunca le amó, y, una vez conocido los motivos (sexuales o amorosos) que subyacen a su pensamiento, sublimará su deseo a través de la creación de una genial teoría filosófica dirigida a superar el nihilismo del hombre contemporáneo, haciéndole comprender que la vida aumenta incluso su valor cuando ya no existe Dios, y aun después de haber perdido todas las esperanzas e ilusiones; Breuer, que no pasa de ser un hombre culto de su tiempo, asumirá la pérdida de su ilusorio amor por Bertha, y superará su nihilismo vital, decidiéndose a amar su vida, tal como es, pero cambiando de actitud ante ella, es decir, viviéndola más intensamente: recreándola, como si tuviera que repetirse eternamente.
Nietzsche comienza la cura psicológica de Breuer, comportándose como lo harán posteriormente los psicoanalistas –recogiendo notas, pidiéndole al paciente que se relaje en un diván y asocie pensamientos libremente, recordando su pasado, etc.-, y sugiriéndole que resuma sus síntomas; el médico le confiesa sentir: 1) Infelicidad general; 2) Le acosan pensamientos ajenos; 3) Se odia a sí mismo; 4) Teme a la vejez y a la muerte; 5) A veces tiene impulsos suicidas; y, finalmente, 6) Se siente remoto y distante de su esposa, atrapado en un mundo que no ha elegido: en suma, se ahoga en medio de la basura.
Nietzsche deduce que éste último punto es la clave del problema: Breuer le confiesa a Nietzsche que, durante la cura de Bertha (Anna O.), se enamoró de ella, y ahora tiene sentimientos de culpa. Nietzsche –poniendo en práctica los principios de su filosofía- le indica a Breuer que tiene que elegir entre la comodidad y la verdad: crecer personalmente y llevar una vida auténtica implican dolor, porque supone apartarse del rebaño, y renunciar al bienestar: para Nietzsche, el aprendizaje, la creatividad y el descubrimiento –en suma, la libertad- llegan con el dolor.
Nietzsche prosigue el “proto-psicoanálisis” de Breuer, mostrándole como su vida ha sido una vida no-vivida: nunca se planteó sus objetivos, y siguió el camino previamente trazado para los jóvenes judíos de su clase, obedeciendo ciegamente las directrices de su padre; pero ahora siente que la vida va pasando, y el tiempo se le acaba. Sin embargo, Nietzsche le advierte que no es lícito negar la vida porque ésta termine con la muerte; al contrario: lo que da valor a la vida es la certeza de la muerte: Breuer ha de aprender a decir “sí” a la vida, y apasionarse por ella; para ello debe romper con las limitaciones que impone la rigidez moral (que es, en el fondo, inmoral, y anula la vida con sus abstracciones), y decidirse a convertirse en un superhombre; como afirmaba Goethe, no tiene que seguir a nadie, sino seguirse a sí mismo.
La acción se interrumpe unos momentos para dar paso a una nueva entrevista entre Lou y Breuer, en la que la joven le comunica que Nietzsche le ha escrito cartas insultantes, llamándola “depredadora, insensible y monstruosa”: quiere saber dónde está Nietzsche; pero el doctor, en aras del secreto profesional, no se lo revela, de manera que Lou comenzará a buscarle por el hospital, hasta que lo encuentre demenciado, fingiendo dirigir La cabalgata de las Walkirias de Wagner, ante una orquesta imaginaria, en una actitud de total enajenación que le hará huir horrorizada, tras leer una serie de cartas en las que el filósofo se despide de ella, acusándola de haberle causado un daño irreparable.
Entretanto, Breuer se entrevista con Freud, quien queda admirado del conocimiento de la psique humana que posee Nietzsche, y sugiere que dentro de unos años la cura por la palabra podría llegar a ser una ciencia precisa; mientras Breuer le confiesa que, tanto él como su paciente están amenazados por deseos insatisfechos; por la “basura” que se ha colado en su mente; pero es él quien más necesita curarse (porque Nietzsche, al menos, tiene su filosofía).
Nietzsche le pide entonces a Breuer que trate de eliminar por medios racionales su obsesión por Bertha: tiene que darse cuenta de que constituye una influencia nefasta en su vida, y aplican una especie de terapia pre-conductista, consistente en insultarla y asociarla con actos sucios o soeces…: Se trata de una mecanismo de negación del objeto deseado, paralelo al que Nietzsche está poniendo en práctica respecto de Lou en sus cartas; pero este método fracasa, porque no va al fondo de la cuestión, al motivo inconsciente que está causando el malestar de ambos: Bertha (y Lou) significan una vida con pasión, magia y misterio (como la que simboliza Carmen en la ópera de Bizet); sin ellas y los alientes que ambas mujeres simbolizan, la vida es negra y se apaga. Una vida sin intensidad es una vida que se limita a transcurrir en el tiempo, y el tiempo es una losa que nos aplasta sin remedio. Como dice Breuer, la mujer que se desea parece tener poderes sobrehumanos: cuando se imagina junto a ella, se siente “el centro del universo”, y la vida parece plena de sentido; sin ella, todo se derrumba. Le pregunta a Nietzsche si a él le pasó alguna vez lo mismo, y si sintió el dolor del amor no correspondido: el filósofo, taciturno, le confiesa que una vez conoció una mujer que no podía rechazar; pero que, en realidad, al amar a esas mujeres “estamos más enamorados del deseo que del objeto deseado”: ellas son el símbolo del poder de la vida misma: son la ilusión que nos hace vivir. Al final de la película se dará un paso más: perder la ilusión amorosa es el dolor que, superado, nos hace crecer definitivamente, conduciéndonos a amar la existencia tal como es, sin paliativos, ni excusas: es la última prueba que ha de atravesar el futuro superhombre: habiendo renunciado a Dios, debe aprender también a renunciar al falso “ídolo del amor”, para alcanzar la plena libertad.
En el curso de una visita conjunta al cementerio judío de Viena, Nietzsche le indica a Breuer que su madre también se llamaba Bertha, y que también él, de pequeño, quedó traumatizado por la muerte de su padre; con ello, anticipa algunos aspectos de lo que luego Freud llamará el “Complejo de Edipo”: parece como si las figuras paternas ingresaran en la mente del niño, condicionando toda su vida posterior: así, el amor de Breuer hacia Bertha podría ser un trasunto del amor infantil hacia su madre: en ambas busca una sensación de acogedora protección ante la dureza de la existencia.
La cuestión decisiva, por tanto, es: ¿Ha vivido Breuer su vida, o la han vivido sus padres y una serie de convenciones sociales por él? Breuer dice que teme a la muerte; pero el problema no es morir, sino morir sin haber vivido, sin haber probado la libertad. ¿Qué pasaría, si como sostiene Nietzsche, la vida se repite eternamente, con todos sus dolores y alegrías? Si el pensamiento del eterno retorno es verdadero, entonces cada acción se elige para toda la eternidad, y su vida quedaría sin vivir para siempre: ¿Es Breuer capaz de soportar este pensamiento?
Angustiado, Breuer se decide a deja a su mujer e hijos, y buscar a Bertha, para iniciar una nueva vida; abandonándolo todo, se queda sin nada; pero Nietzsche le ha enseñado que para crecer es necesario primero hundir las raíces en la nada, aprendiendo a soportar la soledad: ha de aprender a quemarse en sus propias llamas, y “transformarse primero en cenizas para renacer”; pero, cuando encuentra a Bertha, se la encuentra flirteando con otro hombre, diciéndole que “es el único amor de su vida”, como le decía a él. Desesperado, se pone a trabajar en un café, donde se encuentra con Freud, y sale huyendo, cayendo accidentalmente en el Danubio, de donde le rescata su amigo, cuando está a punto de ahogarse.
El espectador comprueba sorprendido, que, en realidad, las peripecias de Breuer no eran más que ensoñaciones producidas durante un trance hipnótico inducido por Freud: Nietzsche y su amigo le han curado; porque ahora comprende que el secreto no estaba en buscar un ilusorio refugio en una mujer que no tenía el menor interés por él, ni en romper bruscamente con su vida anterior, sino en aceptarla ésta tal como es, y vivirla de forma distinta, más intensa y potente.
Breuer se entrevista por última vez con Nietzsche, quien se decide a confesarle que él también amó intensamente a una mujer: Lou; creyó encontrar en ella un alma gemela, pero fue rechazado, aunque tuvo la suerte de compartir con ella un “momento santo”; desde entonces piensa constantemente en esa mujer; también reconoce que Breuer ha sido más valiente que él, porque ha afrontado en peligro solo; pero el doctor le revela que todo lo que ha sucedido fue preparado a espaldas suya por Lou, aunque él respetó en todo momento su privacidad, de manera que ella no sabe nada del resultado el tratamiento; también le indica que ese “momento santo” no lo fue para Lou: para ella Nietzsche no significó propiamente nada: todo lo más un hombre interesante. Enfrentado a la verdad, perdida su última ilusión, también Nietzsche queda completamente desfondado, y se enfrenta al peligro del nihilismo absoluto: avergonzado, llora desconsoladamente.
Pero no son lágrimas de tristeza, sino de alegría: siempre tuvo miedo a la soledad, y ese temor le llevó a forjar la ilusión de un vida en común con Lou; ahora, aliviado y libre de ilusiones, se enfrenta a la verdad: el amor es una ilusión; pero no la amistad entre hombres que se han enfrentado al verdadero peligro: el de afrontar la travesía por una vida sin sentido. Esa amistad, basada en la verdad, es lo que realmente permanece para siempre.
Aunque Breuer le invita a quedarse con él y su familia, Nietzsche rechaza su oferta, alegando que sus caminos tienen que separarse: el doctor ha aceptado la vida, a título individual; él, por su parte, debe afrontar la tarea de crear su Zaratustra, exponiendo al mundo esa teoría que tanto ha ayudado a Breuer, una teoría filosófica que enseñe a la humanidad del futuro a aceptar la vida en general.
La película termina con Nietzsche leyéndole a Breuer un bellísimo pasaje del aforismo 279 de La Gaya ciencia: “Fuimos amigos, pero seremos desconocidos. Así es como debe ser. No queremos ocultar el hecho, como si nos diera vergüenza. Somos dos barcos, cada uno con un rumbo. Debemos volvernos desconocidos el uno para el otro, porque es la ley a la que estamos sujetos.”



[1] Debido a que Breuer se ve obligado a reprimir su pasión, y mantenerla en secreto, ésta se le impone constantemente en forma de sueños, en los que se ponen de manifiesto las obsesiones que laten en su psique inconsciente. A lo largo del film se suceden cinco sueños, cuya clave interpretativa reside en los episodios que componen la trama de la película:
1er sueño: Breuer realiza el acto sexual con Anna O. ante Lou von Salomé; ambas se pelean, pero, en realidad, se trata de un montaje teatral, encaminado a ridiculizar a Breuer.
2º sueño: En el bosque con Bertha; Breuer la persigue juguetonamente, pero cae en una sima, al final de la cual hay un ataúd cerrado.
3er sueño: Junto a Nietzsche pedaleando en una barca con forma de cisne por un lago; suena la música de Tchaikovski; pero el tiempo se les acaba, mientras Anna O. llama desde la orilla a Breuer, para que la posea. Nietzsche le incita a quitarse las cadenas que le atan.
4º sueño: La casa de Breuer se encuentra en llamas y su esposa muere, mientras él huye con Bertha. Ésta le dice que nunca se arrepentirá de haber tomado esta decisión.
5º sueño: Nietzsche vestido de general, tiene mando sobre el soldado Breuer; éste desea suicidarse, y le pide ayuda a Nietzsche para hacerlo; acto seguido, el filósofo le dispara al corazón.
6º sueño: Vida libre y amor pleno con Bertha; Breuer imagina que es el único hombre de su vida.




No hay comentarios:

Publicar un comentario