martes, 11 de enero de 2011

2º de Bachillerato: La Escuela de Traductores y la escuela de magia en el Toledo medieval

   La recepción del pensamiento de Aristóteles y de sus comentaristas árabes y hebreos habría sino imposible sin la intensísima actividad realizada por la legendaria Escuela de Traductores de Toledo, fundada por el Rey Alfonso X el Sabio, y patrocinada, entre otros, por el obispo Raimundo. Los siguientes enlaces os permitirán saber más sobre esta maravillosa ciudad (tan cercana a Madrid, y a la vez tan lejana), y sobre el papel decisivo que jugó durante la Edad Media, como centro de encuentro (no siempre pacífico) entre las culturas cristiana, árabe y hebrea:

* http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=60a85f8b8a053e6d&writer=rl&return_to=Escuela+de+Traductores+de+Toledo

* http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_X_de_Castilla

* http://es.wikipedia.org/wiki/Raimundo_de_Toledo

   Asimismo, os ofrezco el enlace con varios documentales:

   1º) Sobre la Escuela de Traductores toledana:



   2º) Y sobre la labor de Federico II, cuya Escuela de Traductores, ubicada en Sicilia, desempeñó un papel tan relevante como la creada por el Rey de Castilla en la Península:


   Añadir que, durante la Edad Media, Toledo no fue solamente centro de estudios filosóficos, musicales, médicos, astronómicos, etc., sino también la más importante escuela de magia y de nigromancia del mundo: En su "nefando gimnasio" -situado, al parecer, en la mítica Cueva de Hércules (de localización sumamente imprecisa)- estudiaron los más famosos magos y alquimistas de la época.
  Más sobre esta misteriosa Cueva, decisiva según los aficionados al esoterismo para la historia de España, en: http://www.leyendasdetoledo.com/index.php?option=com_content&task=view&id=39&Itemid=130 ).
   Aún hoy podemos recorrer algunas de las rutas turísticas del llamado "Toledo mágico y heterodoxo"; los interesados en estas excursiones pueden consultar, entre otros estos enlaces:



   Finalmente, como prueba de la fama de este magisterio nigromántico de la ciudad del Tajo, reconocido en toda la Edad Media, podéis leer el famoso Exemplo XI del maravilloso libro El conde Lucanor, del Infante Don Juan Manuel:





Exemplo XIº
De lo que contesçió a un deán de Sanctiago con don Illán, el grand
maestro de Toledo
Otro día fablava el conde Lucanor con Patronio, et contával’ su fazienda en
esta guisa:
-Patronio, un omne vino a me rogar quel’ ayudasse en un fecho que avía
mester mi ayuda, et prometióme que faría por mí todas las cosas que fuessen
mi pro et mi onra. Et yo començél’ a ayudar cuanto pude en aquel
fecho. Et ante que el pleito fuesse acabado, teniendo él que ya el su pleito
era librado, acaesçió una cosa en que cumplía que la fiziesse por mí, et
roguél’ que la fiziesse et él púsome escusa. Et después acaesçió otra cosa
que pudiera fazer por mí, et púsome escusa como a la otra; et esto me fizo
en todo lo quel’ rogué que’l fiziesse por mí. Et aquel fecho porque él me
rogó non es aún librado, nin se librará si yo non quisiere. Et por la fiuza
que yo he en vós et en el vuestro entendimiento, ruégovos que me consejedes
lo que faga en esto.
-Señor conde -dixo Patronio-, para que vós fagades en esto lo que vos devedes,
mucho querría que sopiésedes lo que contesçió a un deán de Sanctiago
con don Illán, el grand maestro que morava en Toledo.
Et el conde le preguntó cómo fuera aquello.
-Señor conde -dixo Patronio-, en Sanctiago avía un deán que avía muy
grant talante de saber el arte de la nigromançía, et oyó dezír que don Illán
de Toledo sabía ende más que ninguno que fuesse en aquella sazón; et por
ende vínose para Toledo para aprender de aquella sciençia. Et el día que
llegó a Toledo, adereçó luego a casa de don Illán et fallólo que estava lleyendo
en una cámara muy apartada; et luego que legó a él, reçibiólo muy
bien et díxol’ que non quería quel’ dixiesse ninguna cosa de lo porque
venía fasta que oviese comido. Et pensó muy bien de’l et fizol’ dar muy
buenas posadas et todo lo que ovo mester, et diol’ a entender quel’ plazía
mucho con su venida.
Et después que ovieron comido, apartósse con él, et contól’ la razón porque
allí viniera, et rogól’ muy afincadamente quel’ mostrasse aquella sciençia
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que él avía muy grant talante de la aprender. Et don Illán díxol’ que él era
deán et omne de grand guisa et que podía llegar a grand estado -et los omnes
que grant estado tienen, de que todo lo suyo an librado a su voluntad,
olbidan mucho aína lo que otrie a fecho por ellos- et él que se reçelava que
de que él oviesse aprendido de’l aquello que él quería saber, que non le
faría tanto bien como él le prometía. Et el deán le prometió et le asseguró
que de cualquier vien que él oviesse, que nunca faría sinon lo que él mandasse.
Et en estas fablas estudieron desque ovieron yantado fasta que fue ora de
çena. De que su pleito fue bien assossegado entre ellos, dixo don Illán al
deán que aquella sçiençia non se podía aprender sinon en lugar mucho
apartado et que luego essa noche le quería amostrar do avían de estar fasta
que oviesse aprendido aquello que él quería saber. Et tomól’ por la mano et
levól’ a una cámara. Et en apartándose de la otra gente, llamó a una mançeba
de su casa et díxol’ que toviesse perdizes para que çenassen essa noche,
mas que non las pusiessen a assar fasta que él gelo mandasse.
Et desque esto ovo dicho, llamó al deán; et entraron entramos por una escalera
de piedra muy bien labrada et fueron descendiendo por ella muy
grand pieça, en guisa que paresçía que estavan tan vaxos que passaba el río
de Tajo por çima dellos. Et desque fueron en cabo del escalera, fallaron una
possada muy buena, et una cámara mucho apuesta que ý avía, ó estavan los
libros et el estudio en que avían de leer. De que se assentaron, estavan
parando mientes en cuáles libros avían de començar. Et estando ellos en
esto, entraron dos omnes por la puerta et diéronle una carta quel’ enviava el
arçobispo, su tío, en quel’ fazía saber que estava muy mal doliente et quel’
enviava rogar que sil’ quería veer vivo, que se fuesse luego para él. Al deán
pesó mucho con estas nuebas; lo uno, por la dolençia de su tío; et lo ál,
porque reçeló que avía de dexar su estudio que avía començado. Pero puso
en su coraçón de non dexar aquel estudio tan aína, et fizo sus cartas de repuesta
et enviólas al arçobispo, su tío.
Et dende a tres o cuatro días llegaron otros omnes a pie que traían otras
cartas al deán en quel’ fazían saber que el arçobispo era finado, et que estavan
todos los de la eglesia en su eslección et que fiavan, por la merçed de
Dios, que eslerían a él, et por esta razón que non se quexasse de ir a lla
eglesia; ca mejor era para él en quel’ esleciessen seyendo en otra parte que
non estando en la eglesia.
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Et dende a cabo de siete o de ocho días, vinieron dos escuderos muy bien
vestidos et muy bien aparejados, et cuando llegaron a él, vesáronle la mano
et mostráronle las cartas en cómo le avían esleído por arçobispo. Cuando
don Illán esto oyó, fue al electo et díxol’ cómo gradescía mucho a Dios
porque estas buenas nuebas le llegaran a su casa, et pues Dios tanto bien le
fiziera, quel’ pedía por merçed que el deanadgo que fincava vagado que lo
diesse a un su fijo. Et el electo díxol’ quel’ rogava quel’ quisiesse consentir
que aquel deanadgo que lo oviesse un su hermano; mas que él le faría bien,
en guisa que él fuesse pagado, et quel’ rogava que fuesse con él para Sanctiago
et que levasse aquel su fijo. Don Illán dixo que lo faría.
Fuéronse para Sanctiago. Cuando ý llegaron, fueron muy bien reçebidos et
mucho onradamente. Et desque moraron ý un tiempo, un día llegaron al
arçobispo mandaderos del Papa con sus cartas en cómol’ dava el obispado
de Tolosa, et quel fazía gracia que pudiesse dar el arçobispado a qui quisiesse.
Cuando don Illán oyó esto, retrayéndol’ mucho afincadamente lo que
con él avía passado, pidiól’ merçed quel’ diesse a su fijo; et el arçobispo le
rogó que consentiesse que lo oviesse un su tío, hermano de su padre. Et don
Illán dixo que bien entendié quel’ fazía gran tuerto, pero que esto que lo
consintía en tal que fuesse seguro que gelo emendaría adelante. Et el obispo
le prometió en toda guisa que lo faría assí, et rogól’ que fuesse con él a
Tolosa et que levasse su fijo.
Et desque llegaron a Tolosa, fueron muy bien reçebidos de condes et de cuantos
omnes buenos avía en la tierra. Et desque ovieron ý morado fasta dos
años, llegaron los mandaderos del Papa con sus cartas en cómo le fazía el
Papa cardenal et quel’ fazía gracia que diesse el obispado de Tolosa a qui
quisiesse. Entonçe fue a él don Illán et díxol’ que, pues tantas vezes le avía
fallesçido de lo que con él pusiera, que ya aquí non avía logar del’ poner
escusa ninguna que non diesse algunas de aquellas dignidades a su fijo. Et
el cardenal rogól’ quel’ consentiese que oviesse aquel obispado un su tío,
hermano de su madre, que era omne bueno ançiano; mas que, pues él
cardenal era, que se fuese con él para la Corte, que asaz avía en qué le fazer
bien. Et don Illán quexósse ende mucho, pero consintió en lo que el cardenal
quiso, et fuesse con él para la Corte.
Et desque ý llegaron, fueron bien reçebidos de los cardenales et de cuantos
en la Corte eran, et moraron ý muy grand tiempo. Et don Illán afincando
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cada día al cardenal quel’ fiziesse alguna gracia a su fijo, et él poníal’ sus
escusas.
Et estando assí en la Corte, finó el Papa; et todos los cardenales esleyeron
aquel cardenal por Papa. Estonçe fue a él don Illán et díxol’ que ya non
podía poner escusa de non conplir lo quel’ avía prometido. El Papa le dixo
que non lo afincasse tanto, que siempre avría lugar en quel’ fiziesse merçed
segund fuesse razón. Et don Illán se començó a quexar mucho, retrayéndol’
cuantas cosas le prometiera et que nunca le avía complido ninguna, et
diziéndol’ que aquello reçelava en la primera vegada que con él fablara, et
pues aquel estado era llegado et nol’ cumplía lo quel’ prometiera, que ya
non le fincava logar en que atendiesse de’l bien ninguno. Deste aquexamiento
se quexó mucho el Papa et començól’ a maltraer diziéndol’ que si
más le afincasse, quel’ faría echar en una cárçel, que era ereje et encantador,
que bien sabía que non avía otra vida nin otro ofiçio en Toledo, do él
moraba, sinon bivir por aquella arte de nigromançía.
Desque don Illán vio cuánto mal le gualardonava el Papa lo que por él avía
fecho, espedióse de’l, et solamente nol’ quiso dar el Papa que comiese por
el camino. Estonçe don Illán dixo al Papa que pues ál non tenía de comer,
que se avría de tornar a las perdizes que mandara assar aquella noche, et
llamó a la muger et díxol’ que assasse las perdizes.
Cuanto esto dixo don Illán, fallósse el Papa en Toledo, deán de Sanctiago,
como lo era cuando ý bino, et tan grand fue la vergüença que ovo, que non
sopo quel’ dezir. Et don Illán díxol’ que fuesse en buena ventura et que assaz
avía provado lo que tenía en él, et que ternía por muy mal enpleado si
comiesse su parte de las perdizes.
Et vós, señor conde Lucanor, pues veedes que tanto fazedes por aquel
omne que vos demanda ayuda et non vos da ende mejores gracias, tengo
que non avedes por qué trabajar nin aventurarvos mucho por llegarlo a
logar que vos dé tal galardón como el deán dio a don Illán.
El conde tovo esto por buen consejo, et fízolo assí, et fallósse ende bien.
Et porque entendió don Johan que era éste muy buen exiemplo, fízolo poner
en este libro et fizo estos viessos que dizen assí:
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Al que mucho ayudares et non te lo conosçiere,
menos ayuda abrás de’l desque en grand onra subiere.

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